El viento sopla de donde quiere y no deja huella ni forma camino,
las olas del mar que se van y vienen, no forjan veredas, no tienen destino
las almas perdidas, cual nubes de invierno vagan en lo eterno
las barcas hundidas, no dejan más rastro que un triste recuerdo.
Tesoros radiantes, como niebla fina tendiente a fugarse
son esos momentos que segundo a segundo incurren a escaparse
ocaso apreciante, causa de un lamento al final de una tarde
tiempos tan brillantes, brindan un consuelo vivir en el antes.
Fantasmas eternos, alma de las más grandes ideas,
atribuyen al corazon en cada latido dosis de felicidad
grano que germina en mi mente finita y hace que hoy crea
que en el infinito,mi vida y su esencia se hicieron para la eternidad.
E. González
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